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Ruidos y voces que parecían susurrar desde la cocina se infiltraban por de bajo de la puerta de mi pieza. No les preste atención, pues, ahora vivo solo, es imposible que haya alguien dentro de la casa, por lo tanto no deje que el miedo supersticioso invada mi sueño y continué abrazando a la almohada hasta que el irritante ruido a ciudad me despertó: A las 9 de la mañana el primer bosinazo y frenada de colectivo choco contra mi oído haciendo que abra los ojos. Después de unas cuantas vueltas y suspiros me levante.
Cuando salí de mi habitación, subí la persiana del living para invitar al sol a tomar unos mates. Acto seguido prendí la radio, me dirigí a la cocina para poner la pava, pero una montaña de platos y cacerolas, que debido a su antigüedad en la bacha ya estaban algo corroídas, me impedían llenar la pava. Inmediatamente después de agarrar la esponja escuche una risa dentro de la heladera. En ese momento el miedo que había reprimido la noche anterior, empezó a aflorar. No sin agarrar un cuchillo me asome hasta la puerta de la heladera y la abrí lentamente. No me encontré con nada ni nadie raro, lo cual no me tranquilizo, la idea de perder la cordura me dio más miedo. Cuando estaba por cerrar la puerta de la heladera y llamar a un hospital psiquiátrico escuche la risa nuevamente, entonces empecé a revolver las entrañas del refrigerador y me encontré con un viejo plato de ravioles de incierta procedencia e incalculable antigüedad. -Buen día Laucha!- me dijo uno de los fétidos ravioles. –Esto es el colmo, me voy a poner a limpiar- me reproche después de cerrar la puerta de la heladera.
Ante esta pulcra amenaza, la suciedad de mi departamento empezó a sublevarse: la comida se aferraba fuerte a la vajilla, los ravioles me rogaban que no los tire a la basura, los pelos y restos de jabón que estaban de spa en el baño se negaban a despegarse de los azulejos. Cuando notaron que yo realmente quiero vivir solo, que no quiero convivir con ningún ser vivo a excepción de mi aloe vera, empezaron a contra atacar. Los ravioles agarraron un fideo y lo utilizaron como cuerda para escapar del tacho, la mugre de los platos hicieron piquete en la tubería y me taparon la cocina, el jabón empezó a correr por todo el baño haciendo que me resbale. Necesitaba ayuda, no podía yo solo ante la subversión a la que, paradójicamente yo le había no solo prodigado vida, sino también fuerza.
Cuando estaba pensando en prender fuego la casa, la lavandina, el cif crema, el poet, el trapo de piso y el escurridor acudieron a mi rescate y comenzamos la lucha: Acorrale a los ravioles y los obligue a meterse adentro del tacho (no sin recibir sus insultos y promesas de venganza), expulse la mugre del baño a través del desagüe y logre reprimir el piquete en la tubería de la cocina.
Termine sin poder compartir esos mates con el sol, pero con la satisfacción de estar seguro que ahora si vivo solo. Me fui a la cama sin comer, ya que no quería ensuciar nada. Cuando estaba cerrando los ojos, la puerta de mi habitación empezó a abrirse lentamente mientras hacia un suave rechinido –uy! no cerré la ventana del living- me dije sin darle importancia al viento. De repente comencé a sentir una suave presión en distintas partes de la cama que de a poco se acercaba a la almohada. Prendí el velador y vi a 15 ravioles rodeando mi cuello con un fideo. Querían cumplir su rencorosa promesa.
**LauCHa**
Cuando salí de mi habitación, subí la persiana del living para invitar al sol a tomar unos mates. Acto seguido prendí la radio, me dirigí a la cocina para poner la pava, pero una montaña de platos y cacerolas, que debido a su antigüedad en la bacha ya estaban algo corroídas, me impedían llenar la pava. Inmediatamente después de agarrar la esponja escuche una risa dentro de la heladera. En ese momento el miedo que había reprimido la noche anterior, empezó a aflorar. No sin agarrar un cuchillo me asome hasta la puerta de la heladera y la abrí lentamente. No me encontré con nada ni nadie raro, lo cual no me tranquilizo, la idea de perder la cordura me dio más miedo. Cuando estaba por cerrar la puerta de la heladera y llamar a un hospital psiquiátrico escuche la risa nuevamente, entonces empecé a revolver las entrañas del refrigerador y me encontré con un viejo plato de ravioles de incierta procedencia e incalculable antigüedad. -Buen día Laucha!- me dijo uno de los fétidos ravioles. –Esto es el colmo, me voy a poner a limpiar- me reproche después de cerrar la puerta de la heladera.
Ante esta pulcra amenaza, la suciedad de mi departamento empezó a sublevarse: la comida se aferraba fuerte a la vajilla, los ravioles me rogaban que no los tire a la basura, los pelos y restos de jabón que estaban de spa en el baño se negaban a despegarse de los azulejos. Cuando notaron que yo realmente quiero vivir solo, que no quiero convivir con ningún ser vivo a excepción de mi aloe vera, empezaron a contra atacar. Los ravioles agarraron un fideo y lo utilizaron como cuerda para escapar del tacho, la mugre de los platos hicieron piquete en la tubería y me taparon la cocina, el jabón empezó a correr por todo el baño haciendo que me resbale. Necesitaba ayuda, no podía yo solo ante la subversión a la que, paradójicamente yo le había no solo prodigado vida, sino también fuerza.
Cuando estaba pensando en prender fuego la casa, la lavandina, el cif crema, el poet, el trapo de piso y el escurridor acudieron a mi rescate y comenzamos la lucha: Acorrale a los ravioles y los obligue a meterse adentro del tacho (no sin recibir sus insultos y promesas de venganza), expulse la mugre del baño a través del desagüe y logre reprimir el piquete en la tubería de la cocina.
Termine sin poder compartir esos mates con el sol, pero con la satisfacción de estar seguro que ahora si vivo solo. Me fui a la cama sin comer, ya que no quería ensuciar nada. Cuando estaba cerrando los ojos, la puerta de mi habitación empezó a abrirse lentamente mientras hacia un suave rechinido –uy! no cerré la ventana del living- me dije sin darle importancia al viento. De repente comencé a sentir una suave presión en distintas partes de la cama que de a poco se acercaba a la almohada. Prendí el velador y vi a 15 ravioles rodeando mi cuello con un fideo. Querían cumplir su rencorosa promesa.
**LauCHa**
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9 comentarios:
(ante todo no mires para la derecha) la escoba y la palita se te pusieron en tu contra esta vez.
exigen vacaciones ahora
jajajaj sos un flashero laucha!
me diste miedo bobazo! ja!... antes que nada, tengo fe en que no se te va a derrumbar el dpto x flta de mantenimiento, te tenemos fe! ja... q leiste? Poe? jajaja!... mortal el final de los ravioles vengadores, ja!
y Ariel se supone que es el lider piquetero revolucionario de los ravioles?
jajajaja! que delirio q soosssss!!
buenisimooo ;D
si estas descubriendo tu vida de vivir solo: abandona los ravioles comprate knorr listooooo
yo tengo la misma pregunta que pelu... otra de mis conclusiones es que ariel resulto ser la mina que de ahora en mas te limpia el departamento.. o el vecino que te rescato de la revelion en la cocina... me muero por saberr!!
jajajajajajajajajajajaja que loco que estas chabonnn!! esto no se lo lleves nunca a na psicologaa! jajajaja, muy buena igual..! :)manu
jajajaajaj va a sonar (o leerse en su defecto) estupido pero me tente mucho cuando el raviol te decia "buen dia" jajaja
abrazo grande! =)
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